“El hombre es el lobo del hombre”

Bajo
la concepción de esta frase, pudiéramos puntualizar muchos pensamientos e
ideas. El hombre es un lobo porque corroe y destruye, porque instiga y violenta
sin ninguna explicación más que por su propio egoísmo, saciar su sed. Esa es la
naturaleza de un lobo, la esencia de un hombre. Somos originariamente juez y
parte de nuestro destino, nos condenamos cada vez que cometemos atrocidades en
contra de nosotros mismos.
Hace
miles de años un hombre llegó a escena y quiso compartir su mensaje de amor y
paz con todos, como no entendíamos su proceder, por poder, por ego, por temor,
o cualquiera que hubiese sido la razón lo violentamos para justificar nuestras
dudas.
Un
lobo es por naturaleza feroz, como nos lo enseñaron a través de la literatura,
pero esa condición de ferocidad la hemos hecho nuestra cada vez que decidimos
olvidar que los demás no son las víctimas del cuento y concluimos enfrentarnos
una y otra vez a través de la guerra, los crímenes de odio, la esclavitud, cada
vez que destruimos terminamos con nosotros
mismos.
Dicho
todo esto, debemos mencionar el hecho de que a través de La Revolución Francesa
pudimos alcanzar muchos logros, los que marcaron un hito entre toda la
ferocidad del hombre ignorante y la del hombre consciente de su condición y
alcance.
Antes
de conocer sus derechos, el hombre violentó e infringió cada uno de los
derechos de sus coetáneos de todas las maneras posibles que podamos
imaginarnos, violentó la libertad a través de la esclavitud; la fraternidad a
través de todos los crímenes de odio, la guerra y el terrorismo; la igualdad,
cuando olvida que cada uno de nosotros estamos hechos para vivir en sociedad,
bajo reglas y preceptos debidamente establecidos.
Cuando
recordamos el paraje acaecido durante la Revolución Francesa relacionado con un
alimento básico para ellos, pensamos que tal vez no era tan importante como para
haber creado tanto conflicto, pero realmente no se trataba de la importancia,
se trataba de anteponer las necesidades de uno sobre el otro, el poder y la
maldad del hombre siempre están en la puerta esperando el momento de salir y
causar estragos.
La
harina, en la Revolución Francesa, el petróleo en África, el poder en
Venezuela, el dinero alrededor del mundo, son y seguirán siendo la excusa de
ahora.
Durante
la época de la revolución, esos diez largos años que marcaron la lucha para lograr lo que hoy
es llamado democracia, se cometieron muchos crímenes para poder lograr la
consigna que sería unos de los hechos más trascendentales de la historia del
hombre, aún así, unos siglos más tarde, en conocimiento de sus derechos el
hombre continuó cometiendo transgresiones en el nombre del odio, con las guerras mundiales donde murieron
millones de personas, el holocausto y muchos otros hechos que nunca podrán ser
olvidados ni entendidos desde la perspectiva
que sea.
Políticamente
la vida del hombre ha estado acompañada de situaciones que definen su
naturaleza, desde el nacimiento de la postura y anterior a ella, Nicolás Maquiavelo
propuso su creencia de que el ser humano
puede lograr su cometido sin importar el
medio que utilice; bajo la consigna de:
“El fin justifica los medios”, muchos abrazaron el mal.
El
dolor, la tristeza, la desolación, el hambre, son algunos de los flagelos que
siguen contrariando al ser humano, desde que el hombre está en la tierra ha
tenido que convivir con ellos, sin embargo, desde siempre también ha sido el
causante de ellos.
Cómo
olvidar cada una de las incontables perversidades ocurridas a través del
tiempo, cómo confinar el hecho de que
hemos causado tanto mal, simplemente no podemos, porque nos lo hemos causado a
nosotros mismos.
Cómo
escapar a esta realidad si somos lo que somos por naturaleza, lo único que nos puede separar de este escenario es el uso del
razonamiento, siempre y cuando no lo utilicemos para entender cómo seguir
siendo lobos.
Ser
lobo no se elige, se lleva dentro, se oculta cuando es propicio y sale a
relucir cuando no controlamos nuestros propios deseos.
No
es dejavú ni reencarnación, todos somos hermanos, porque por creencia religiosa
así lo hemos estipulado. Los recuerdos que tenemos y vuelven intermitentemente
a nosotros son parte de esa hermandad. Por eso creemos que hemos vivido en
otras vidas, o que ya hemos coexistido en alguna situación, tal vez lo vivió un
hermano.
Somos
peligrosos porque destruimos el lugar en donde luego nos tocará vivir, porque
matamos al que nos puede tender una mano, porque sabemos cómo detenernos y
preferimos seguir alimentando el odio, porque no discriminamos ni niños ni
ancianos al hacer daño, porque usamos y seguimos creando armas para destruir a
nuestro prójimo, porque escribimos día a día una historia que
nos convierte en lobos, en animales feroces que atacan para lograr un objetivo.
Podemos
decidir si somos lobos, esa puede ser la gran pregunta, podemos escoger entre
ser racionales o no. Solo el tiempo puede contestar esa pregunta cuando
empecemos a escribir una nueva historia en donde el odio, la muerte, la
ferocidad y el destruir no sea parte de
nuestra humanidad.